Inaugurada en 1960 esta ciudad, que surgió de la nada, fue construida en tan solo 3 años por la determinación de un Presidente, Juscelino Kubitschek (JK) y la genialidad de un arquitecto, Oscar Niemeyer.
Su ubicación, mezcla de profecías y coincidencias históricas, la sitúa en el Planalto Central donde, por increíble que parezca, hasta hace cerca de 50 años en esa zona de clima seco, solamente predominaba una vegetación baja, con árboles retorcidos.
Brasilia es un ejemplo palpable de que, existiendo una férrea decisión, se pueden lograr las metas propuestas.
Declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad, la ciudad es considerada como el proyecto modernista más importante del siglo ** y es referencia mundial en arquitectura y planeamiento urbano.
Brasilia no está acostumbrada al turismo extranjero y aún se asombra de ello. Al taxista que me llevó hasta el hotel con dificultad pude convencer de que me encontraba allí solo de vacaciones.
Pero eso mismo pude comprobar desde el momento en que el avión tocó tierra cuando, luego de los anuncios de bienvenida de rigor, pidieron que me presentara ni bien desembarcara. Tamaña sorpresa aumentó aún más cuando me informaron que eso se debía a que, como era la única pasajera extranjera que descendía allí, querían facilitarme los trámites de migraciones. Y fue así que en poco más de 10 minutos ya los había terminado y me dediqué a buscar un banco para cambiar algunos dólares. Pero aquí tuve una nueva sorpresa porque, como era sábado al mediodía, ya había cerrado. Fue en ese momento que agradecí haberme quedado con algo de Reales del viaje anterior ya que las casas de cambio recién abrirían el lunes. Pero esa, esa es otra historia...
El trayecto desde el aeropuerto hasta la estación de ómnibus (rodoviária) fue una pequeña muestra de lo que me encontraría luego por la ciudad: todo estaba extremadamente cuidado, desde los canteros con flores, los espacios verdes con pastos bien recortados hasta la limpieza de las calles y veredas.
A poco de cruzar uno de los 3 puentes que atraviesan el lago artificial que rodea gran parte de la capital, se llega a la rodoviária. Esta se encuentra en el corazón mismo de Brasilia, en la intersección de los dos ejes principales de circulación que caracteriza su trazado, diseñado por el Arq. Lúcio Costa, y que puede asemejarse a la forma de un avión.
Numerosas líneas de colectivos se concentran allí, pudiéndose recorrer toda la ciudad sin que resulte imprescindible tener que alquilar un automóvil. Movilizarse y ubicarse en Brasilia es absolutamente sencillo: todo está organizado, numerado y estructurado. Pero, eso si, es más fácil manejarse con un mapa que preguntar.
Por un lado se tiene el Eje Monumental (lo que sería el cuerpo del imaginario avión) en donde se encuentran los edificios de la administración federal y distrital, además de hallarse también la Catedral y el Teatro. Cortándolo por el medio surgen, en ángulo, la Asa Norte y la Asa Sur (las alas), estrictamente dedicadas sus supercuadras a edificaciones del tipo residencial. Próximos a la terminal de ómnibus se encuentran el Sector Comercial Norte, el Hotelero Norte y el Financiero Norte, todos bien delimitados, que se repiten en igual forma en el Sector Sur.
El único inconveniente que tuve fue cuando quise seguir las indicaciones que tan amablemente me habían dado, aún sin tener la absoluta seguridad de adonde me estaban enviando. Por eso, luego de una hora de entrar y salir de varios bancos, fue tanta la dicha que casi beso al empleado del Citibank que me confirmó que allí podrías cambiar mis dólares. Mareada, tanto por la emoción como por las vueltas que había dado, antes de irme saqué el mapa y le pedí que me marcara el lugar en el cual nos encontrábamos.
Lo maravilloso de Brasilia es que Niemeyer tradujo en el concreto su visión abstracta de ideas y conceptos. Este moderno Ramses (o el Picasso de los arquitectos, como también lo llaman), hoy próximo a cumplir 99 años, nos entrega esos edificios monumentales de concreto y curvas imposibles.
Por su influencia, todos los edificios públicos se encuentran rodeados de espejos de agua que cumplen varias funciones: aumentar la humedad del aire, reflejar majestuosamente la luz de la iluminación nocturna, dar mayor seguridad a los predios sin muros ni rejas y transmitir un tono romántico.
Recorrer Brasilia es asistir a un espectáculo que reúne historia, arquitectura, espiritualidad y modernidad.
Con la única excepción del Palacio da Alvorada, Residencia Presidencial, todos los demás edificios pueden ser visitados gratuitamente o pagando un pequeño bono contribución y varios de ellos cuentan con servicios de guías.
El Palacio do Planalto es la sede del Poder Ejecutivo y se accede a él en grupos de 30 personas luego de pasar por un scanner situado en la puerta de entrada. Ya dentro un guía nos espera y entrega a cada uno de los visitantes una bolsa con el logo del Palacio con folletos y postales como obsequio.
Por dentro el Palacio responde cabalmente a su nombre en todos los sentidos de la palabra contando inclusive, cual Versalles, con su propio Salón de los Espejos. Uno de los aspectos más importantes es la rampa presidencial, que simboliza un país libre y democrático.
Luego de atravesar la Plaza de los Tres Poderes, así llamada debido a que el Palacio do Planalto, el Supremo Tribunal Federal y el Congreso Nacional convergen en ella, me dirigí a este último.
Al observar el conjunto del Congreso Nacional uno no se puede dejar de admirar ante tamaño simbolismo plasmado en concreto. Los dos edificios de 28 pisos tienen por función albergar la administración de cada una de las Cámaras. Estos se encuentran unidos entre si formando una H que representa las palabras: hombre, honra y honestidad. A ambos lados se encuentran las Cámaras, dos semi esferas que, si se superpusieran, formarían un círculo símbolo del equilibrio universal.
La Cámara de Senadores, más pequeña, tiene forma cóncava dado que dentro de ella deben prevalecer la reflexión, el equilibrio, la meditación y la serenidad. La Cámara de Diputados es de mayor tamaño y de forma convexa, significando su vasto vértice que está abierta al impacto de todas las ideologías y a las inquietudes del pueblo.
A la entrada principal se accede subiendo una rampa que atraviesa un estanque. Desde allí se pueden ver otras más que, al ser descendentes, por efecto de ilusión óptica se ve como si los autos se sumergieran en las aguas.
Traspasadas las puertas de entrada, se llega al Salón Negro, donde después de anotarnos en el libro de visitas, ya estamos listos para comenzar el recorrido guiado. Este gran salón está decorado con un inmenso panel en mármol blanco y granito negro, de allí su nombre.
Nos dirigimos primero hacia el Senado atravesando una larga galería subterránea la que, en los primeros metros, es totalmente cerrada y en donde se pueden ver pantallas y cuadros con reseñas históricas; luego se hace más luminosa al ampliarse con las presencia de varios jardines de invierno. Al final de ella se llega a un pequeño museo con el mobiliario del antiguo Senado de Río de Janeiro.
La Cámara de Senadores impresiona ni bien se ingresa ya que es pequeña y su piso y paredes se encuentran recubiertos de una alfombra color azul oscuro que trasmite una sensación de tranquilidad.
Luego de volver sobre nuestros pasos por la galería llegamos al Salón Verde considerado, junto con el Plenario, el corazón de la Cámara de Diputados. Su larga pared izquierda es de vidrio y lo separa de un jardín de invierno cuyo muro opuesto se encuentra revestido de azulejos con caprichosos dibujos en azul y blanco. En este salón hay algunos sillones bajos, esculturas y pinturas de importantes artistas brasileños.
El Plenario tiene cerca de 400 asientos. Aquí todo tiene una tonalidad amarilla que llega desde la iluminación del vitral del techo y se transmite a toda la sala.
Detrás del escritorio de la Presidencia hay un mural confeccionado en metal y placas esmaltadas en amarillo y verde.
Los guías cuentan que todos los 21 de abril, aniversario de Brasilia, surge un paisaje único ya que en esa fecha el sol nace exactamente dentro de la H del Congreso.
También próximo a la Plaza se encuentra el Panteón de la Patria con su forma de paloma en mármol blanco y su impresionante y emotivo interior. El salón del 1º piso, totalmente alfombrado de piso a techo en negro, con escasa iluminación, cuenta con tres únicos atractivos: un mural sobre la Inconfidencia Mineira y una grabación que reseña continuamente este hecho histórico, siendo el único sonido que se pueden percibir; en el centro hay un enorme libro con páginas de acero donde están grabados los nombres de los héroes que lucharon por la libertad del Brasil y un extraordinario vitral por donde se filtra la poca luz del exterior que ilumina esa parte de la sala.
Pasando el Congreso en dirección al centro se encuentran enfrentados dos edificios imponentes: el Palacio do Itamaraty y el Palacio de Justicia. El primero es la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, su forma es cuadrada con una sucesión de columnas de concreto cubierto de vidrio, pudiéndose ingresar solamente por dos largas pasarelas. Al frente, sobre el agua, se encuentra la escultura El Meteoro realizado en mármol donde cada una de sus partes representan la unión de los 5 continentes.
Similar en su forma es el Palacio de Justicia pero este se destaca por su fachada de arcos que sustentan grandes canaletas por donde caen, cual cascadas, cortinas de agua.
Para llegar hasta la Catedral se debe recorrer la Explanada de los Ministerios, que es un enorme espacio verde recorrido por dos avenidas a lo largo del cual se levantan los 17 edificios, todos idénticos, que albergan a los Ministerios del Poder Ejecutivo.
La corona de espinos que llevara Jesús o dos manos juntas levantadas al cielo en señal de oración son algunas de las tantas interpretaciones que se han dado de la apariencia de la Catedral Nuestra Señora Aparecida; lo cierto es que ella es totalmente diferente a cualquier otra conocida.
En su exterior una doble hilera de esculturas de 3 metros enmarcan su acceso. Para llegar hasta su nave circular, ubicada en el subsuelo, se debe atravesar un túnel de piso y paredes oscuras. Ya en el interior una atmósfera sumamente luminosa y colorida es la que impera debido a que las paredes están íntegramente realizadas en vitrales de multicolor diseño. Colgando de la parte central del techo 3 enormes esculturas de ángeles penden sobre los fieles.
Una particularidad es que tiene un efecto sonoro extraordinario, una persona que susurra cerca de la pared puede ser claramente oída en el otro extremo.
Uno de los más bellos templos de Brasilia es el Santuario Don Bosco que reproduce en su interior un cielo estrellado. Efecto proporcionado por las 12 tonalidades de azul de los vitrales que, por acción de la luz del sol pareciera como si una perpetua lluvia cayera sobre ellos.
Siguiendo por el Eje Monumental nos encontramos con el punto más alto de toda la capital. Con sus 224 metros de altura, la Torre de TV es una verdadera referencia geográfica de Brasilia.
A los 75 metros tiene una plataforma desde la cual, admirar la puesta del sol es una experiencia inolvidable. También este mirante permite tener una visión completa, de 360º, de la ciudad.
Otros puntos importantes que sería una verdadera lástima no conocer son: el Teatro Nacional, con su forma de pirámide irregular sin vértice; el Palacio Buruti, sede del gobierno distrital y en cuyo jardín se encuentra un busto del Che Guevara; el Memorial JK, donde descansan los restos del presidente y que tiene en su frente, en un pedestal de 28 mts de altura, una estatua de JK realizada en bronce que contempla la Brasilia realizada; la Plaza de la cruz, donde en 1957 se realizó la primera misa; la Catedral Reina de la Paz, con su forma de tienda de campaña; el Parque Sarah Kubistchek, el pulmón de la ciudad, mayor en tamaño al Central Park de Nueva York; además de contar con numerosos shoppings, salas de cine, restaurantes, museos y centros culturales.
Para tener la más bella y reveladora vista de Brasilia, el mirador que se encuentra frente a la Ermita de Don Bosco es el lugar indicado. Para llegar hasta allí se debe atravesar el lago Paranoá por alguno de sus puentes, pero para admirar mayor belleza, es recomendable el Puente JK, de reciente construcción. Más que un puente es un monumento con sus 1200 mts de largo y su forma con 3 arcos colocados en zigzag, representando el movimiento de una piedra rebotando sobre la superficie del agua.
La aventura que representó su construcción congregó a trabajadores de todo el país, convirtiendo a la nueva capital en una Babel de acentos, costumbres, sueños y sabores.
Desde el restaurante bohemio, hasta el de última moda; del chucrut a la pizza; del sushi a las comidas regionales, todo se puede encontrar recorriendo la Calle de los Restaurantes, en el Sector Sur.
Uno de los lugares más pintorescos es la Pizzería Dom Bosco donde, desde hace 40 años, su especialidad (y su única variedad, a decir verdad) es la pizza de muzzarella. Allí no hay sillas ni mesas, solo el placer de comer de pie frente al mostrador una porción de pizza caliente, quemándonos los dedos, que unas finas servilletas no logran atenuar.
Brasilia es también la capital mística del país. Los grandes espacios, su amplio horizonte y el cielo siempre claro del Planalto Central, contribuyeron para atraer decenas de místicos y creyentes de las más variadas religiones para este centro ecléctico. La cantidad de templos refuerza aún más la idea de que la capital fue predestinada por fuerzas desconocidas. Tanto simbolismo acabó por influir en la arquitectura religiosa, con amplio predominio de las formas piramidales.
Por todo esto, Brasilia es una ciudad singular, un deleite para los ojos en donde no son necesarios conocimientos de arquitectura para poder apreciar que se está frente a una verdadera obra de arte.
Pero decirle esto mismo a un carioca o bahiano es obtener una respuesta casi unánime: Brasilia?. Es puro cemento y además... no tiene mar!